Partiendo de Vera de Moncayo, existe un pequeño paseo a la sombra de los árboles que flanquean el "camino de Bécquer" paralelo a la carretera Z-373
Poco después, y a nuestra izquierda, aparecerá el monasterio cisterciense dedicado a nuestra señora Santa María de Veruela
Acceso: Vera de Moncayo
Dificultad: Baja
Longitud: 4 Km
Tiempo Estimado: 1 hora
Ruta: Ida y vuelta
Apto para minusválidos, carros de niño y tercera edad
Dispone de columpios, merendero y señalización adecuada
Apto para minusválidos, carros de niño y tercera edad
Dispone de columpios, merendero y señalización adecuada
La primera vez que Bécquer visitó el Monasterio de Veruela, quedó enamorado de este lugar, convirtiéndose en fuente de inspiración de gran parte de su obra
Estos parajes le permitieron conocer las creencias de las gentes, pensamientos, leyendas, amores y cultura, y tal y como en unos de sus versos cuenta:
“En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica”
Bécquer en sus versos y prosa ya nos pretendía hacer ver lo importante que es para el ser humano mantener y conservar sus bienes más preciados, y en nuestro caso estamos hablando de la Sierra del Moncayo y su más importante monasterio de entre todos los que se encuentran en sus territorios, que lleno de cultura y arte, el Monasterio sigue mostrando a sus visitantes las diferencias entre el bien y el mal, tal y como pretendieron hacer sus antiguos moradores, los monjes cistercienses
Por eso este paseo es de imprescindible visita, en todas las estaciones del año, en el que acercándonos a Veruela, vamos descubriendo las Torres que antaño marcaban la llamada a la oración
Tanto a izquierda como a derecha del camino, nos encontramos con campos de cultivo, que demuestran la herencia que dejaron los monjes en estas tierras
Ya mirando al frente, nos encontramos a la izquierda con la vista de las Peñas de Herrera, y a la derecha la cima del Moncayo, ambos teñidos con el color ocre del otoño que nos muestra un incipiente invierno
Una vez que hemos llegado al Monasterio, podemos desviarnos y entrar en él, contemplar sus estancias, disfrutar de su claustro y aprender en el espacio Bécquer
Ante todo lo anterior, no es de extrañar que Bécquer escribiera:
"Cuando acabas los caminos es obligado sacudirse el polvo pero cuando reemprendas tu vuelta te darás cuenta de que no solo has limpiado tu ropa sino que has aireado tu alma"
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